Un gracias pero no gracias, puede ayudarte no solo a poner límites sino a ganar seguridad y confianza en la mamá que eres.
“La cesárea es terrible…” “Nunca lo dejes dormir en tu cama” “Dale el biberón y verás como te duerme toda la noche” “¿Y todavía lo dejas andar en pañales?”
Todos parecen tener algo qué decir en torno a la forma de criar a tus hijos, pero cuántas veces ¿has pedido tú esa opinión?
Hace poco conversaba al respecto con una hermosa madre de cuatro meses (es la edad de su primer bebé, así que ella tiene también esa tiempo de haber nacido como mamá)
Me decía que una de las cosas que la agota es la insistencia de su madre, que le repite una y otra vez que le de agua al bebé, aunque ella está convencida de continuar lactando a demanda y de forma exclusiva.
Este es uno, de los muchos ejemplos que podemos encontrar, sobre los consejos que se reciben no solo sin pedirlos, sino con insistencia, tanto de personas cercanas como de desconocidos.
¿Qué puedes hacer en estas situaciones? ¿Sufrir en silencio? ¿O mandarlos a todos a la porra?
Aunque la respuesta puede variar dependiendo del contexto y de la persona de la que venga el consejo , poner límite es fundamental para gestionar esos casos en los que menos es más.
Pon límites
Para poner límites debes practicar decir no. Con un gracias, pero no gracias puedes declinar una opinión no solicitada y ahorrarte un disgusto innecesario.
Decir que no, no significa que tu madre, tu suegra o tu mejor amiga dejarán de hablarte. Si tienes dificultades para hacerlo, siempre un profesional puede ayudarte a diseñar una conversación en la que puedas expresar lo que sientes, y obtener el resultado que deseas.
Un coach, un sicólogo, una doula, o una matrona, pueden ser tus mejores aliados para conocer a la mamá que eres y ayudarte a tomar las mejores decisiones para ti y tu familia.
Pero para comenzar a trabajar desde ya, hay dos aspectos que te ayudarán a practicar tu capacidad para poner límites: Información fiable y seguridad en ti misma.
Busca información fiable
La maternidad es una experiencia novedosa que trae consigue incertidumbre y expectativa. Para gestionar la ansiedad ante lo desconocido lo primero que necesitas es información.
Mientras más segura te sientas con lo que sabes, mucho más fácil te será también decir que no y poner límites.
A la hora de buscar esa información recuerda:
- Busca fuentes (libros, podcast, videos, cursos) que provengan de personas con autoridad en la materia que te interesa (especialistas por ejemplo) Esto te permitirá tomar decisiones con argumentos, y también tener mayor tranquilidad cuando debas dejar pasar una sugerencia que no va en línea con tu estilo de crianza.
- Evita que Internet sea tu enciclopedia. Está bien usarlo como referencia, pero es necesario filtrar, y esto no siempre es fácil. Dependiendo del caso, consulta siempre con un profesional de tu confianza para aclarar tus dudas. Se trata del bienestar de tu bebe, el tuyo y el de tu familia. No es necesario que te quedes con dudas, ¡pregunta!.
Gana seguridad en ti misma
Tú sabes lo que tu bebé necesita. Lo sabes porque tienes la información (que has buscado en fuentes confiables), tienes lo que sientes y tienes lo que intuyes.
Escúchate. No solo racionalmente, escucha tu cuerpo: cuando estés incómoda, cuando sientas que algo no está bien. Siente curiosidad hacia esas sensaciones y explóralo. Si aún no logras definir eso que sientes o intuyes, un profesional puede ayudarte a darle nombre, a reconocerlo y a darte cuenta del tipo de mamá que eres.
Un ejemplo muy sencillo: tengo un sueño muy pesado, si estoy dormida puede caerse el mundo que yo, ni me entero. Este era uno de mis grandes temores al ser mamá: que mi bebé llorara o necesitara algo en la noche y yo no me enterará. Créanme que aún hoy, casi 8 años después, soy capaz de reaccionar a los cambios de respiración de mis hijos mientras duermen.
Cuando me di cuente de este súper poder, perdí el miedo a compartir cama con ellos (creía que los aplastaría), busqué la información necesaria para hacerlo de forma segura (evitando situaciones de riesgo por asfixia) y gané así confianza en mi capacidad de protegerlos y darles cobijo, aún en mis noches de mayor cansancio.
Confiar en ti, no significa que eres infalible. Significa que
conoces tus fortalezas y debilidades, y que estás dispuesta a seguir conociéndolas
y que
constantemente desarrollas tu criterio para filtrar la información que recibes, poner las cosas en perspectiva y pedir ayuda cuando es necesario.
La confianza en ti misma es también clave cuando se trata de escoger a tu equipo profesional de crianza (médicos, profesores, sicólogos, etc) Si hay algo que no funcione en esas relaciones esto puede dificultar tu capacidad para pedir información y para tomar decisiones relacionadas con tu bienestar y el de tu familia.
¿Tienes alguna duda sobre cómo reforzar tu seguridad como madre? Es algo en lo que puedo ayudarte. Escríbeme aquí y me pondré en contacto para que conversemos exclusivamente sobre tu experiencia.
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