El cupo para la guardería de mi hijo nos llegó después de casi 4 meses de vivir en Copenhague. Él acababa de cumplir 21 meses, pero desde que nació nos dejó clarito que lo de la adaptación a nuevas situaciones, nuevas personas, nuevos lugares, nuevo casi cualquier cosa, requería su tiempo y espacio ; así pues, que ansiosa es poco para describir como me sentía ante la expectativa de saber cómo reaccionaría él a esta nueva experiencia.
Si bien estábamos dispuestos a seguir su ritmo (en nuestro caso yo tenía la flexibilidad de tiempo) teníamos como referencia el período de adaptación con el que se suelen guiar las guarderías en Escandinavia:
3 días en los que progresivamente se expone al niño a las rutinas de la institución acompañado por su(s) representante(s) y el adulto que será su primer contacto en el salón.
El resultado esperado es por supuesto que el niño se sienta confiado y seguro en su nuevo entorno y con las personas que van a cuidar de él.
¿Cuáles son las señales de éxito?
Las mismas que seguimos en casa para saber si el niño está contento:
- buen estado de ánimo en general,
- que coma bien,
- duerma bien y por supuesto,
- que tenga ganas de jugar.
¿3 días de referencia dije? Hmmm… ya, porque en el nuestro nos tomó 3 sí, ¡pero semanas!
Pasito a Pasito
No fue difícil darnos cuenta que la descripción estándar no iba a ser suficiente para nuestro hijo, definitivamente tendríamos que optar por bajar el ritmo si queríamos hacer una transición más agradable para él. Después de discutirlo con su maestra (que valga decir fue la primera en apoyar un proceso que acompañara sus necesidades) Decidimos intentar dejarlo un par de horas diarias sin mamá y papá durante el tiempo de juego (la meta era 6 en total) hasta que él se mostrase cómodo como para ir incorporándolo al resto de las rutinas. Eso sí yo debía estar disponible para recogerlo si era necesario
Para todos era obvio que no había nada malo con esta estrategia, lo más importante era que nuestro hijo no se sintiese “anormal” por no seguir el patrón inicial de los 3 días. Lo que nos ocurrió le podía pasar a cualquiera: de la seguridad de estar en casa con mamá a un ambiente nuevo, con caras nuevas, idioma nuevo, comida nueva, y un largo etcétera de nuevos. Afortunadamente, contábamos con el tiempo necesario para acompañarlo en su proceso.
Adaptarse es un proceso: requiere tiempo seas grande o chiquito
Si estás viviendo una transición, es decir lo que te ocurre mientras te adaptas a una nueva situación, es normal sentir ansiedad al enfrentarte a cosas que no te son familiares y que te sacan de tu zona de confort. Sí, así tengas 21 meses como mi hijo o 70 años como mi tía. Para transitar esta situación y manejar las emociones que son parte de esta etapa, comparto algunos aprendizajes (personales, profesionales y académicos) que pueden facilitar tu experiencia.
Toma tu tiempo
Respeta tu ritmo y el de tu hijo. Evita comparaciones, ser diferentes significa que otros puedan adaptarse más rápido o más lento.
Esto no es ni bueno ni malo, es así y mientras más rápido lo aceptas más fácil te será cambiar tu atención y la presión de “lograr la adaptación” a atender las necesidades del proceso.
Infórmate
Aprende todo lo necesario para sentirte segura con las nuevas rutinas que iniciará tu hijo:
- Qué personal estará a cargo,
- qué ocurre a la hora de la comida,
- cómo funciona la etapa de adaptación,
- a quién puedes llamar si necesitas saber cómo está tu hijo.
Mientras más segura estés, mayor seguridad podrás transmitirle a tu hijo. Tener una buena comunicación con el personal del centro de cuidado es importante para ti, y para tu pequeño.
Ten compasión.
Iniciar nuevas rutinas es demandante y agotador. No exijas más allá de lo necesario. Simplifica al máximo el resto de las actividades para ganar tiempo juntos y consentirse, abrazarse, conversar, escuchar música, hacer eso que disfrutan hacer juntos.
Va a ser incómodo, y eso está bien, de eso se trata salir de tu zona de comodidad, ¿no? En oportunidades también te sentirás frustrada, cansada y triste (¡y tu hijo también!).
Construye un plan que responda a tus necesidades.
Si no estás logrando lo que quieres, haz una pausa, reflexiona: ¿Qué es lo que realmente quieres? ¿más información sobre las rutinas de la clase? ¿fotos? ¿Más comunicación con el personal de la escuela? Entonces revisa el plan y ajusta. Haz esto cuántas veces necesites.
El mantener el foco en hacer lo que funciona para ti te irá dando cada vez mayor seguridad y naturalidad, cada vez requerirá menos esfuerzo. En mi caso fuimos ajustando las horas que lo dejábamos en el cole.
Ten tu propia definición de éxito, marca el progreso y celebra
¿Qué es adaptarse exitosamente? ¿Cuál es el logro de adaptarse? ¿Qué significa eso para ti y para tu hijo?
Documenta todo lo que estén haciendo para llegar a la meta y nota cómo te acercas a ella. (primeras 3 horas, primera semana de siesta, comer en el cole, y así, pon metas que vayan acorde a tu proceso).
Y finalmente: reconoce tu esfuerzo y el de tu peque, ¡celébrense! Están haciendo algo muy exigente, salir de la zona de confort . ¡No es cualquier cosa! Así que mímense.
Observa lo bueno y lo malo
Ten consciencia tanto de las partes agradables como de las desagradables de la adaptación: ¿Qué de lo que estás viviendo te emociona más? ¿Qué es lo que más te cuesta? ¿Qué estás aprendiendo? ¿Hacia dónde estás yendo? de lo que me cuesta, ¿se puede mejorar o simplificar?
Mi hijo menor llegaba llorando de cansancio en las tarde cuando dejó de hacer las siestas en P3, en esos momentos necesitaba que lo mimase: me lo sentaba en las piernas y leíamos un cuento o veíamos uno de sus videos preferidos.
Esto coincidía con la hora de hacer la cena, ups!… La solución fue simplificar: desde pedir comida a domicilio, a cambiar nuestra dieta por cosas muy sencillas de cocinar que podía dejar casi listas desde la noche anterior.
¿Vale la pena?
He pasado (personalmente) por este proceso varias veces: 7 veces para ser exactos. Incluyendo 3 mudanzas a países distintos. Puedes leer más sobre esta experiencia aquí.
Todas las veces ha sido duro al principio y todas las veces hemos alcanzado el mismo resultado: niños que se sienten a gusto en su casa y en su escuela. Que al buscarlos hay que planificar llevarles merienda y tiempo para que puedan jugar en el patio con sus amigos.
No soy de las que cree ” que los niños se adaptan a todo” y ya. Los niños se pueden adaptar pero el cómo y al qué es importante. Tú eres su principal referencia, mientras más herramientas tengas para gestionar el cambio, mayor seguridad y confianza les transmitirás para que ellos gestionen los suyos.
¿Has tenido que lidiar con alguna transición? ¿Cómo ha sido para ti? Puedes comentar tu experiencia aquí
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